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Ramón y Cajal. Pionero de la hipnosis en España

Santiago Ramón y Cajal hipnosis

El insigne Santiago Ramón y Cajal, catedrático de anatomía en distintas universidades españolas (Valencia 1883, Barcelona 1887, Madrid 1892), desarrolló una de las investigaciones histológicas más notables del siglo XIX, logrando en 1906, el premio Nobel de Medicina.

La enorme curiosidad de Ramón y Cajal motivó que tratase siempre de relacionar sus hallazgos anatómicos con la fisiología cerebral, buscando explicaciones al pensamiento y comportamiento humanos. En el prólogo de un libro de Maestre (Maestre, 1905) escribe: “La fisiología cerebral del entendimiento y la voluntad continúa siendo el enigma de los enigmas; (…) lo más íntimo y trascendental de la vida psicológica, permanece en la sombra.”

Primer contacto de Ramón y Cajal con la hipnosis

D. Santiago Ramón y Cajal ejerció como catedrático de Anatomía en Valencia entre 1883 y 1887. Por entonces, la psicoterapia hipnótica y sugestiva, heredera del mesmerismo y del braidismo, eran disciplinas de gran actualidad a nivel internacional. Existía entonces una polémica científica que enfrentaba a dos corrientes francesas, y ante la que el premio nobel español no quedó indiferente.

Una era la denominada Escuela de la Salpetriêre de París, encabezada por Jean-Martin Charcot, que consideraba que el estado hipnótico era una especie de “neurosis inducida” que podría servir como modelo experimental para el estudio de los trastornos mentales

La otra era la Escuela de Nancy, representada por Hippolyte-Marie Bernheim y Ambroise Auguste Liébault, que concedían más protagonismo a la sugestión y a su posible uso terapéutico.

Hay que tener presente que, durante la segunda mitad del siglo XIX, los defensores del hipnotismo como disciplina científica tuvieron que enfrentarse a un nutrido grupo de detractores, incluida la Iglesia Católica, que vinculaban estas prácticas con el charlatanismo, el espiritismo y otros fenómenos del ámbito del ocultismo y la demonología.

Durante este periodo, Cajal, entre otras actividades científicas, se dedicó al estudio de esta modalidad de psicología, que él calificaba como fenómenos de sugestión y sonambulismo artificial.

Cajal se propuso realizar un metódico análisis científico, para lo que fundó, junto a algunos contertulios del Casino de Agricultura, un Comité de Investigaciones Psicológicas similar a la Sociedad para la Investigación Psíquica fundada en 1882 por médicos ingleses y estadounidenses. 

Resultados en sus investigaciones sobre la hipnosis

Cajal dedicó especial atención a experimentos hipnóticos realizados en sujetos sanos, incluyendo médicos y abogados, centrados en su aplicación terapéutica. Comentaba el científico: “Producíanse, a la orden del hipnotizador,… la catalepsia cérea y la analgesia; congestiones y hemorragias por sugestión; alucinaciones positivas y negativas de todo linaje (visuales, acústicas, táctiles); amnesia total o parcial; evocación de imágenes olvidadas o casi olvidadas; desdoblamiento de la personalidad; eclipse o inversión de los sentimientos más arraigados; y, en fin, abolición total del libre albedrío”.

Entre los logros conseguidos a nivel terapéutico destacaba: “La transformación radical del estado emocional de los enfermos; la restauración del apetito en histeroepilépticas inapetentes y emenciadísimas; la curación, por simple mandato, de diversas especies de parálisis crónicas de naturaleza histérica; la cesación brusca de ataques de histerismo con pérdida del conocimiento; el olvido radical de acontecimientos dolorosos y atormentadores; la abolición completa de los dolores del parto en mujeres normales; en fin, la anestesia quirúrgica, etc.”.

Una vez recogidos todos los datos que, desde el punto de vista científico, interesaron al investigador, el Comité de Investigaciones Psicológicas fue clausurado.

Uso de la hipnosis para reducir dolores del parto

Cajal, viendo las posibilidades que ofrecía la hipnosis para generar analgesia decidió probarlo en su propia esposa, Silveira Fañanás, que sufría partos extremadamente largos y dolorosos. Cajal está ya en la siguiente etapa de su periplo académico, la cátedra de Barcelona, y decide comprobar si el hipnotismo ayuda a doña Silveria que se encuentra en su sexto embarazo. Cajal aclara que su mujer tiene buena constitución física, que ha tenido cinco hijos y que ha participado anteriormente en pruebas de hipnotismo, y que por ese motivo sabe que responde con facilidad a las sugestiones hipnóticas.

Don Santiago induce en doña Silveria un trance hipnótico diez días antes del parto e intenta implantar en la mente de su esposa que el parto será corto y que «tendrá Vd. conciencia de los dolores más enérgicos que producen la dilatación de la matriz y la expulsión del feto; pero su levedad será tal, que no podrá diferenciarlos de los más ligeros, llamados moscas o preparantes». Es una estrategia prudente no llegar a una analgesia total que quizá, pensaría Cajal, podría dificultar la colaboración de su esposa en el parto. Llegado el momento del inicio del alumbramiento, la paciente empezó a sentir contracciones pero siguió con sus actividades domésticas. Cuando aparecieron las contracciones de dilatación que se hicieron enérgicas con rapidez, tuvo que abandonar sus quehaceres cotidianos «pero no por lo dolores que según su confesión apenas eran percibidos» sino por la dificultad en la respiración y la aceleración del pulso que iban unidas al esfuerzo muscular. 

El resultado fue el nacimiento de un bebé en menos de media hora, la señora de Cajal estaba asombrada de que todo hubiese sucedido tan rápido y se trasladó por sí sola a la cama comentando con enorme alegría a los asistentes que no se podía creer que no hubiera sufrido apenas dolor.

Cajal publicó los positivos resultados de esta experiencia en la Gaceta Médica Catalana y en ese artículo aclara que el parto fue breve, y el dolor mucho menor de lo habitual tras el tratamiento hipnótico realizado.

La desilusión de Cajal

Tras aquellos años en que exploró el hipnotismo, Cajal experimentó, como conclusión, dos sentimientos; sorpresa, que él denomina estupor, y un sentimiento ambivalente sobre el poder de la sugestión que él denomina decepción.

Estupor, al reconocer la realidad de fenómenos de automatismo cerebral, estimados hasta entonces como farsas y trampantojos de magnetizadores de circo.

Decepción dolorosa, al considerar el cerebro humano, «la obra maestra de la creación», adolece del enorme defecto de la sugestibilidad; defecto en cuya virtud, hasta la más excelsa inteligencia puede, en ocasiones, convertirse por ministerio de hábiles sugestionadores, conscientes o inconscientes (oradores, políticos, guerreros, apóstoles, etc.), en humilde y pasivo instrumento de delirios, ambiciones o codicias.

En 1936, el Instituto de Higiene Alfonso XIII del que Cajal había sido director, fue destruido en el asalto a la Ciudad Universitaria por parte del ejército franquista, y allí se perdió el manuscrito de una obra inédita de Cajal, terminada unos meses antes de su fallecimiento y que estaba a punto de publicarse.  El libro se titulaba La omnipotencia de la sugestión: Hipnotismo, Espiritismo y Metempsicosis. Cajal incluía también, quizá por cierta influencia freudiana aunque no era un autor por el que tuviera gran estima,  la síntesis,  análisis y posible significación de miles de sueños cuidadosamente registrados. Este manuscrito terminó siendo una víctima más, intelectual en este caso, de ese conflicto desgarrador del siglo XX, la Guerra Civil española.

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